No hay mal que por bien no venga, dice el sabio refranero español. Si bien es cierto que el Covid ha traído una infinidad de desgracias y dramas, también es cierto que nos ha permitido pararnos, reflexionar y probar cosas nuevas. Algunos han aprendido a hacer pan en casa, otros han aprendido a hacer ganchillo, otros han acabado con el catálogo de Netflix… En mi caso, he redescubierto La Serena.
Con la llegada del confinamiento a las casas, mi familia y yo decidimos ir a pasar unos días que resultaron ser meses, al cortijo de CampoSerena, ubicado en plena estepa de La Serena. Aquella primavera de 2020 fue toda una explosión de vida natural, de flora y fauna que pintaron el paisaje de vida y de color.
No hay nada mejor como dejar a la naturaleza descansar. Este paréntesis sumado a la gracia de la lluvia que acompañó aquellos días permitió a la tierra salir y exhibirse libremente. Pero no solo la tierra, también la fauna se multiplicó en la primavera de 2020. Se vieron en La Serena muchas especies de animales y plantas, que hacía tiempo que no se veían.
En este artículo pretendo mostraros como fue aquella fiesta a la tuvimos la suerte de acudir como invitados de honor
La flora se encargó de la decoración
Allí donde no parece que haya mucha vida, allí donde la vista alcanza largos horizontes, asomaron en una agradecida primavera miles de plantas y animales curiosos, que compiten honestamente entre ellos y se enfrentan con los ordinarios desafíos que la naturaleza les va poniendo.
Se vieron las especies de siempre, esas de las que nos hablaban nuestros padres y abuelos, amapolas, crisantemos, lirios, cardos borriqueros, tomillo, lavanda… Se observaron largos mantos de verdes, así como de otros colores que fueron cambiando y solapándose en la superficie del terreno. La paleta de los colores se fue revelando con el paso de la floración, empezó a abrir con los más claros, el blanco y el amarillo, y terminó de vestir a La Serena con el rojo y el violeta.
La fauna llenó la lista de invitados
Esta floración y vegetación propia de la comarca no dejó atrás a la fauna. Se respiró vida y vida en abundancia.
Los invertebrados, empezaron a salir por todos lados, los artrópodos, los insectos, arácnidos: arañas negras y blancas, miriápodos como los ciempiés y escolopendras, escarabajos, mariquitas, saltamontes, curitas, babosas, chicharras, lombrices…
Los vertebrados, como los reptiles, ranas, sapos, lagartos culebras, tortugas y galápagos camparon a sus anchas por la estepa extremeña
Las aves como las grullas, la cigüeña negra, águilas, perdices, alondras, trigueros, abubillas, jilgueros, Martín pescador, grajillas, buitres, garcillas, hurracas, perdices, sisones o las avutardas llenaron el cielo extremeño como si de una noche estrellada se tratase
Los animales domésticos como las gallinas, gansos y conejos también lucieron diferentes. Dibujaron los campos serenos de La Serena, valga la redundancia. Las ovejas merinas, que forman parte de este paisaje desde hace centenas de años, fueron la guinda del pastel. Fueron los anfitriones de la fiesta. Sin ellos, La Serena no sería lo mismo.
La gastronomía se ocupó del catering
La Serena también nos dio manjares que se comen o se comían antaño por los pastores que pasaban largas temporadas en el campo, comiendo de lo que el campo les ofrecía, como los cardillos, achicoria, diferentes especies de setas, etc.
Estas especies vegetales se sirven muy bien en la gastronomía de La Serena. El trabajo de recolección fue como antaño, simulando a nuestros antepasados, cuando vivían de la caza y recolección de plantas y frutos. Fueron directas al puchero y manteniendo así todas sus propiedades y características organolépticas intactas. Fue una explosión de sabores y aromas típicos de la zona.
Para terminar, permitidme una pequeña reflexión:
No es casualidad que la primavera más florida y hermosa que mis ojos recuerdan hayan coincidido con el confinamiento del hombre. Debemos ser conscientes del impacto que podemos llegar a tener en la naturaleza. En nuestra mano está la preservación del campo, de limpiar o más bien no ensuciar ni contaminar los campos, respetarlos y cuidarlos para poder así gozar y disfrutar de tan precioso, apuesto y agradecido paisaje. La Serena es una fuente de riqueza que debemos cuidar y respetar.
Artículo escrito por:
Margarita López de Ayala Diez de Rivera